lunes, 12 de marzo de 2018

LO QUE ERA LA VIDA EN EL CAMPO DE FERNÁN CABALLERO ANTES DE LA SEGUNDA REPÚBLICA

Es bien conocido que Fernán Caballero, en Ciudad Real, ha venido siendo un municipio eminentemente agrícola.

Remontándose al siglo XVI,  De las relaciones topográficas de Felipe II, se pueden conocer algunos datos relevantes sobre su condición rural:

“26. Es tierra buena parte y la mejor de esta villa de labor, y lo que más se siembra en ella y coge es trigo y cebada, y suélense dar de diezmo dos mil fanegas y dos mil y quientes de trigo y cebada unos años más y otros menos según el tiempo. Es tierra de viñas y hay ganados cabríos y de lana aunque son pocos y críanse ganados de cerda que son puercos y vacas y bueyes. […]”

42. La gente del pueblo no es rica; todos viven de sembrar y trabajar y criar algún ganado como está dicho”.

Más recientemente, se sigue observando tal carácter rural. José de Hosta, en su libro Crónica de la provincia de Ciudad Real, escrito hacia 1865, definía así a Fernán Caballero:

“Tiene ciento veinte casas, todas de piso bajo, y su término comprende algunas granjas y caseríos, mucho monte bajo, varias huertas con pozo y algunos olivos.
El terreno, aunque mal cultivado, es fértil y produce trigo, cebada, centeno, garbanzos y patatas, manteniéndose en él muy poco ganado. Abunda en caza de todas clases.”

¿Cómo era la estructura social en Fernán Caballero?

Añade J. M. Barreda, en su análisis del conjunto de problemas y factores que afectan al comportamiento electoral de la provincia ciudadrealeña durante la Restauración, Caciques y electores, sobre Fernán Caballero, una clasificación profesional de los electores en las primeras décadas del siglo XX.

Clasificación profesional de los electores en Fernán Caballero (1911):
Total electores: 313
Propietarios: 57
Labradores y hortelanos: 61
Pastores: 2
Jornaleros y gañanes: 139
Otros trabajos asalariados: 9
Profesiones liberales: 3
Empleados: 4
Actividades mercantiles: 6
Pequeña producción artesanal: 12
Otros oficios y profesiones: 20

De la que se puede concluir que jornaleros y gañanes constituyen la principal dedicación en la población, seguido por labradores y hortelanos y, en tercer lugar, propietarios.

Para entender las diferencias entre unos y otros, se puede acudir a Fernán Caballero y su historia. Desde su fundación hasta los inicios del siglo XIX, donde, además, se describe minuciosamente la sociedad de Fernán Caballero a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

En relación a jornaleros y gañanes, el grupo mayoritario, son aquellos que trabajan las tierras ajenas. El jornalero es el trabajador del campo que sólo posee la fuerza de su trabajo y por tanto su subsistencia depende del jornal que gana aquellos días que labora. El gañán, por el contrario, es contratado por sus servicios por año o época con un precio fijado de antemano, por lo que cuenta con mayores ventajas, como estabilidad y ausencia de conflictividad laboral.

Los labradores y hortelanos son propietarios de tierras, generalmente un limitado número de pequeñas parcelas, que trabajan ellos mismos, junto a los miembros de su familia. A veces, arriendan a grandes propietarios fincas para la roturación, que consistía en labrar el terreno de monte bajo para cultivar. Generalmente, empleaban en la explotación de las tierras utillaje y métodos de trabajo tradicionales. Entre ellos, se puede destacar, y por importancia en este artículo, la yunta: una pareja de bueyes o mulas que, uncidos con el yugo, sirven en la labor del campo. Pese a que se mueven en una economía de escala familiar, tampoco sus condiciones de vida, con exiguos ingresos, son mucho mejores que las de los jornaleros.

Por último, se identifica a los propietarios terratenientes, que, a diferencia de las propiedades de labradores y hortelanos, cuentan con grandes explotaciones, con importantes aprovechamientos pastoriles y de naturaleza muy fértil. Para el trabajo en las mismas, bien utilizan mano de obra jornalera o bien arriendan sus tierras. Ese arrendamiento va a suponer que los labradores y hortelanos cuenten con un grado de dependencia respecto de los grandes propietarios, sumándose a esa relación de dependencia la frecuente necesidad de préstamos, donde los grandes propietarios son también prestamistas. Asimismo, por norma general, los propietarios controlan el poder local, con el desempeño de cargos políticos como alcalde o concejal, así como los medios de producción, bodegas y molinos, muy importantes en la economía campesina de Fernán Caballero. Un ejemplo de esa industria productora, indica Vida manchega, en su edición del 16 de abril de 1914, que sobresalía por su moderna construcción e instalación era una importante fábrica de aceites movida a vapor, propiedad de Emiliana Crespo y Margarita Campesino, conocidas como “las Viudas”, que era capaz de moler más de doscientas fanegas en veinticuatro horas.

Los productos en Fernán Caballero

A finales del siglo XIX, según la Revista de Obras Públicas, y habiéndose realizado un estudio preliminar para el proyecto de la presa de Gasset, la superficie dedicada a la agricultura en Fernán Caballero se  distribuía de la siguiente manera:

Tipo de cultivo
Superficie (Hectáreas)
Secano
Monte
7.000
Olivo y vid
4.000
Regadío
Cereales
1.400
Hortícolas
200
Olivo
150

En gran parte de su superficie se extiende monte, sin cultivo, dedicado a aprovechamientos pastoril y cinegético, seguido de olivares y viñas.

El municipio manchego, enclavado en una llanura fértil por la que discurren tres ríos hasta tres ríos: Becea, Bañuelos y Guadiana, viene desarrollando desde siglos atrás una importante huerta. La forma del cultivo en la zona regable era la conocida como rotación trienal. El primer año en barbecho y durante la época adecuada se cultivaban solanáceas: entre los que destacaban patatas, tomates, pimientos y berenjenas. El segundo año se sembraba cebada y, tras la siega de ésta, judías. En el tercer año se cultivaba trigo. Tras esto, el ciclo comenzaba otra vez.

La importancia de la producción agrícola en Fernán Caballero, en este primer tercio del siglo XIX, se puede justificar con dos hechos.

Por un lado, con motivo de la celebración de Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, la Cámara de Comercio e Industria de Ciudad Real y la Diputación de Ciudad Real se encargaron de expedir algunos productos típicos, tradicionales o interesantes de la provincia con el fin de que fueran expuestos en el Pabellón de Castilla La Nueva. Fernán Caballero contribuiría con aceite principalmente y otros productos agrícolas como patatas y trigo.

Por otro lado, durante la Guerra Civil (1936-1939), la vecindad de Ciudad Real se acercaría hasta Fernán Caballero para poderse suministrar de judías, como así lo refiere Francisco Alía Mirando en su libro La guerra civil en retaguardia […].

La problemática en el campo fernanduco

La calidad de los suelos de Fernán Caballero era inmejorable. Sin embargo, los productos obtenidos en muchas ocasiones no eran rentables por varias razones y eso va a reducir gravemente los ingresos del grupo de labradores y hortelanos.

Una de las primeras razones que impiden obtener un alto rendimiento en las labores agrícolas es el empleo de sistemas rudimentarios. Un claro ejemplo son los empleados para extraer aguas subterráneas a través de norias árabes movidas por fuerza animal, que elevaban el coste relativo de los mismos.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los precios relativamente altos para poder regar venían provocando en Fernán Caballero que muchas huertas pasaran a dedicarse exclusivamente al cultivo de cereales, después de cegar los pozos que antes se habían abierto para obtener aguas para riego.

Un segundo problema son las extremas condiciones climatológicas de la Mancha. Fernán Caballero, por su situación geográfica, cuenta con un clima mediterráneo continentalizado: las precipitaciones son escasas, en torno a 485 mm anuales y se da un periodo seco de cuatro meses, entre otras características. Las aguas subterráneas empleadas provenían de las filtraciones del río Bañuelos y al ser éste un río de corriente intermitente, el caudal en los pozos variaba consecuentemente. El problema se agravaba cuando la escasez de precipitaciones se extendía también a la primavera, la época en que son más necesarias para evitar las pérdidas de cosechas.

A esta circunstancia, se unía otro problema. Las vegas de los ríos Bañuelos y Becea contaban con muy poca inclinación y cuando llegaban años lluviosos se desbordaban inundando grandes extensiones de cultivos.

Por tanto, la constante preocupación de los agricultores de Fernán Caballero oscilaba así entre la escasez de precipitaciones, que hacía perder sus cosechas, y las inundaciones, que también las arruinaban.

Para resolver este problema de escasez e inundaciones, a nivel local, se planteó la construcción de una presa. Se almacenarían aguas para regar, evitando la pérdida de cosechas ante la escasez de lluvias, que provocaba que los ríos corrieran con poco caudal o que bajara el nivel freático de los pozos, y la presa también laminaría las avenidas, las fuertes crecidas de los ríos Becea y Bañuelos, es decir, amortiguaría esas puntas de las crecidas, disminuyendo las inundaciones que provocaba el desbordamiento de ambos ríos, y que también echaban a perder las cosechas.

Aquella presa fue mandada construir por Rafael Gasset y Chinchilla, siendo Ministro Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, a través del Real Decreto disponiendo se ejecuten por el Estado y por sistema de administración las obras de los pantanos de Alfaro, Navarredonda y Tibi, de fecha 27 de agosto de 1900 (Gaceta de Madrid, número 243, de 31 de agosto de 1900). Se trata del mal llamado pantano de Navarredonda el que habría de construirse en Fernán Caballero, hoy embalse de Gasset.

El Ministro, de ideas regeneracionistas, con la ejecución de aquel proyecto en el municipio manchega reiteraba “su voto de proseguir con todo entusiasmo su programa, seguro de proporcionar riqueza al país, pan a muchas comarcas hoy infecundas” (El Pueblo Manchego, 31 de mayo de 1915).

Un tercer problema, son las plagas, especialmente, la langosta. La Crónica meridional indicaba, el 14 de agosto de 1886, que “a eso de la una de la tarde del domingo anterior, empezó a nublarse el sol, cayendo una avalancha tan grande de langosta”. Entre los pueblos asolados se encuentra Fernán Caballero. Desde siglos atrás, la zona era muy castigada por esta plaga, como se puede acreditar en las Relaciones topográficas de Felipe II: “Guárdase en esta villa por voto la fiesta de San Agustín y votóse porque el Señor nos guardase los panes y frutos de la langosta que la había en aquel tiempo mucha”.

Otra plaga, la filoxera, llegaría al viñedo manchego en la década de los veinte, si bien había entrado en España 45 años atrás. Provocaría una crisis vitivinícola de la que Fernán Caballero no sería ajeno. En Revista de Obras Públicas, anteriormente incluso, a principios del siglo XX, se comentaba: “Quizás desapareciera el cultivo de la vid, no sólo por ser escaso en el término, sino por encontrarse enfermas las plantaciones”.

Sin embargo, el principal problema en el campo de Fernán Caballero será el paro obrero. Una desigualdad distribución de las tierras, unos pocos propietarios con grandes extensiones rústicas y muchos hortelanos y labradores con pequeñas explotaciones, dará lugar a dos características. La primera, dehesas grandísimas, pobladas de caza y leña, destinadas al recreo de sus propietarios. La segunda, labradores y hortelanos sin superficies suficientes para sembrar trigo u otros productos agrícolas que sirvan de sustento familia. El propietario, además, con su control político y técnico, arrendará libremente cuando y como quiera las propiedades que le pertenecen, incluso, en muchas ocasiones, a personas no oriundas de la población.

En Fernán Caballero, según datos de Mundo Gráfico, en fecha 8 de abril de 1936, un propietario venía arrendando a los labradores una fanega (0,64 hectáreas) por 45 pesetas anuales. Calculándose que para mantener unas condiciones de vida dignas era necesario laborear unas quince fanegas (9,6 hectáreas), el coste anual de la renta ascendía a 675 pesetas. Los ingenieros agrónomos calificaban aquella renta un abuso, en tanto que por una fanega con semejante calidad de la tierra se tenía que pagar entre 10 y 15 pesetas anuales, calculándose el coste máximo en 225 pesetas anuales, aproximadamente la tercera parte de lo que venían satisfaciendo.

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